martes, 2 de abril de 2013

#MalvinasArgentinas De Bolívar a las Malvinas #Especial parte 2




#MalvinasArgentinas 2 de Abril, Día del Veterano y de los Caídos en la guerra  de Malvinas. #PatriaGrandeConMalvinas 

Fragmento del libro


“Historia de la Nación Latinoamericana

Jorge Abelardo Ramos

----parte 2

Pero los gauchos de los alrededores se organizaron en milicias y con algunos regimientos españoles y criollos, empezaron a luchar.
Las mujeres, desde los techos bajos de las casas cercanas al Fuerte, arrojaban sobre los ingleses aceite hirviendo y grandes piedras.
Se luchó casa por casa y los criollos vencieron a los soldados del Rey inglés. 

Beresford fue tomado prisionero pero logró huir, ayudado por Saturnino Rodríguez Peña.
Este porteño anglófilo fue pensionado de por vida en el Brasil por el gobierno de Su Majestad.

A pesar del tiempo transcurrido, todavía Beresford cuenta en la Argentina con abnegados amigos.
  
Al año siguiente, el Imperio Británico persistió en el intento.
En 1807 aparecieron 110 velas en el Río de La Plata.
Desembarcaron esta vez 12.000 hombres al mando del General Whitelocke.
Derrotados por los criollos, fueron capturados y reexpedidos a Inglaterra. 

La tercera invasión inglesa obtuvo mejor éxito.
En 1833 desembarcaron en las Islas Malvinas y se quedaron 150 años.
  
Para imponer su presencia comercial en los ríos interiores argentinos, una flota anglo-francesa se abrió camino en el Paraná en 1845.
Escasas fuerzas argentinas, al mando del General Lucio Mansilla, tendieron una cadena, a falta de naves nacionales, en la famosa batalla de la Vuelta de Obligado.

En 1877 una cañonera británica pretendió intimidar al gobierno argentino para favorecer una maniobra financiera poco clara de un gerente inglés en un Banco de la ciudad de Rosario.

Finalmente, en 1982, la flota de la Reina, cargada de oficiales coloniales y de gurkas degolladores, con un refinado armamento electrónico, reocupó las Islas Malvinas, y estableció una base con armamento nuclear en el suelo de América Latina.

4. Antes de Galtieri

Un año antes de la reconquista de las Malvinas se hizo perceptible que los ingleses, al cabo de 150 años de intercambio de notas diplomáticas, se disponían a mover otra pieza en su tablero estratégico.

Por un lado habían resuelto deshacerse de su flota, reliquia de mejores tiempos imperiales.
Por otro, aspiraban a contar con las Islas Malvinas a un bajo costo y a la luz de las exigencias de su posición actual en el mundo.

Esto último debe entenderse en el sentido de proceder sin dificultades a la explotación del petróleo del área malvinense que los geólogos consideran de una capacidad mayor que la de Arabia Saudita y a la industrialización del Krill, pequeño crustáceo de alto poder proteico, que es una de las mayores reservas mundiales en materia de alimentación.

Finalmente, reforzar la importancia inglesa en la OTAN, mediante el control militar del Estrecho de Drake y sus aspiraciones a la Antártida.

Pero Inglaterra no deseaba negociar con la Argentina.

Advirtió mediante el M16 (Servicio de Inteligencia Británico) en Buenos Aires, que la Argentina no aceptaría el cumplimiento de los 150 años de la ocupación inglesa en las islas sin una modificación sustancial de dicha situación.

 Desde 1965, en los Estados Mayores de las Fuerzas Armadas se venían realizando anualmente ejercicios y planes alternativos para la ocupación de nuestro Archipiélago.
Sólo faltaba la decisión política.
A partir del año mencionado, siempre hubo planes militares para la acción inmediata.

Los ingleses elaboraron un proyecto maestro a bajo costo, truncado el 2 de abril de 1982 por la ocupación militar de las Malvinas.

Ese plan consistía en "descolonizar" las Malvinas.

Se trataba de fundar de la noche a la mañana un nuevo "Estado Soberano", el de las "Falkland Islands", con un Primer Ministro (quizás el mismo "barman" del único "pub" de Port Stanley), pedir a las grandes potencias un intercambio de cónsules y solicitar su admisión a las Naciones Unidas y a la OEA.
El reconocimiento diplomático de Gran Bretaña, Estados Unidos y demás socios de la OTAN europea sería inmediato.
No menos fulminante sería el tratado que el flamante Primer Ministro malvinés firmaría con Estados Unidos, otorgándole un contrato de arriendo por 99 años para la construcción de una base aeronaval, que sería luego puesta a disposición de los socios de la OTAN.

La intriga no sólo encajaba dentro de la tradición de Lord Ponsonby sino también en el plan de austeridad fiscal impuesto por el gobierno conservador de la señora Thatcher.

Nada podía ser más oportuno que llevar a cabo la operación diplomática en el feliz año de 1982, en que al fin un verdadero Presidente militar pro-occidental se había hecho cargo del gobierno en la Argentina.

5. ¿Por qué se plantea hoy la unidad de América Latina?

La unidad del Estado se forma en Europa como resultado del desarrollo del capitalismo.
Al trocarse en potencias imperialistas, impiden a su vez a otras regiones del planeta históricamente rezagadas que ingresen al camino del capitalismo y se constituyan en Estados Nacionales unificados.

Tal es el caso del Medio Oriente árabe o de los Estados de la América Criolla.

El imperialismo se opone al crecimiento del capitalismo en las colonias.

Gracias al resorte propulsor e involuntario de las grandes crisis mundiales (1914, 1939, el crack de 1929) aparecen en los países coloniales o semi-coloniales formas embrionarias de capitalismo industrial. Grupos de burguesías locales se vinculan al mercado interno.
Por su parte, el gran capital imperialista, estrechamente vinculado a las oligarquías agrarias, mineras o financieras, se opone al desenvolvimiento de estas nuevas burguesías, empleando todos los medios, sean políticos, económicos o militares.

Esta lucha de clases se da con frecuencia, pero no se trata de la lucha de clases habitualmente conocida como el duelo entre la burguesía y el proletariado según el modelo europeo, sino de una lucha menos mencionada en los libros y más vista en la realidad, que es la lucha entre la clase oligárquica y la nueva burguesía.


En este sentido, podría decirse que la dictadura militar en la Argentina, guiada por la pandilla de Martínez de Hoz, ha luchado con tal éxito contra la burguesía nacional, que ha terminado por destruirla.

Pero esto no podría significar en modo alguno que Martínez de Hoz ha llegado al socialismo, sino, por el contrario, que la oligarquía ha logrado dejar sin trabajo a dos millones de obreros y obligado a los industriales a transformarse en importadores, financieros, estafadores, o, en otros casos, a emigrar.

A diferencia de todos los países de Europa o Estados Unidos, donde la norma es el triunfo económico y político de la burguesía urbana sobre sus antiguos adversarios de la nobleza agraria, en América Latina la burguesía industrial es minoritaria en todas partes y rara vez está en condiciones de ocupar el poder, sino mediante caminos indirectos como en el caso del Ejército y del peronismo entre 1945 y 1955, en la Argentina.

Resulta evidente, ante todo lo dicho, que la unidad de América Latina no se plantea hoy como exigencia del desarrollo de las fuerzas productivas en busca del grandioso mercado interno de las 20 Repúblicas, sino justamente por la razón opuesta.
A fin de lanzarnos resueltamente por el camino de la civilización, la ciencia y la cultura, exactamente para desenvolver el potencial económico de nuestros pueblos sea por la vía capitalista, por medio del capitalismo de Estado, por la ruta de un socialismo criollo o por una combinación de todas las opciones mencionadas, América Latina necesita unirse para no degradarse.

No es el progreso del capitalismo, como lo fue en Europa o Estados Unidos el que exige hoy la unidad de nuestros Estados, sino la crisis profunda y el agotamiento de la condición semi-colonial que padecemos.

La guerra de las Malvinas, en el cuadro de esta lenta decadencia, ha irrumpido y vuelto a plantear todo de nuevo y aquella figura retorizada, abrumada en el bronce, venerada en la rutina escolar inmovilizada y divinizada, es decir Simón Bolívar, ha cobrado vida en el Atlántico Sur. Vuelve a montar a caballo.

Toda la América Latina ha recobrado la memoria histórica perdida.

Ahora se entiende al fin el significado de voces olvidadas y precursoras: Torres Caicedo, Manuel Ugarte, José Vasconcelos, Haya de La Torre.

Y se podrá comprender que ni el nacionalismo, ni la democracia, ni el socialismo poseen el menor significado en América Latina, si no se reencarnan en un programa general de Revolución Nacional Unificadora de La Patria Grande.

La guerra de Malvinas, con el fulgor del relámpago, enseñó a los latinoamericanos que realmente tienen una patria común.

6. Nacionalismo de los países opresores. Nacionalismo de los países oprimidos

La guerra de las Malvinas permite reformular problemas de una gran importancia, frecuentemente oscurecidos por una fraseología que gira alrededor de un "democratismo" puramente verbal.

La asimilación de un país imperialista u opresor con el nacionalismo de un país oprimido o semicolonial es un concepto típicamente europeo. 

De ese modo, no faltaron "demócratas" y aun "marxistas" que identificaron el nacionalismo de Hitler con el nacionalismo de Perón, o el nacionalismo de Gandhi con el de Mussolini. Aunque se trata de una trivialidad teórica (que se degrada hasta trocarse en impostura política), será preciso referirse a ella pues los poderosos intereses que regulan en América Latina el poder real, han introducido tales falacias hasta en el olimpo del ámbito académico.


La guerra de las Malvinas reabrió el debate.

Algunos sectores, en la propia Argentina y, naturalmente en Europa, legitiman la agresión de la flota inglesa en el Sur.

Al fin y al cabo era una lucha entre la democracia británica contra la dictadura militar del General Galtieri.

El nacionalismo de Hitler expresaba la suprema forma del terrorismo del capital financiero en busca de una redistribución colonial en un mundo oprimido por las potencias rivales.

La democracia inglesa, belga o francesa, por el contrarió, eran "pacifistas".
Gozaban de la explotación colonial de continentes enteros.
Su servicial doctrina reposaba en el "statu quo".
Una guerra sólo podía poner en peligro el botín conquistado.

Así Inglaterra resulta hoy pacifista en relación con la Argentina. Hasta hay en Buenos Aires "pacifistas anglofilos". Desean poner fin a la disputa en nombre de una paz imperial.

El nacionalismo de Perón o de Velazco Alvarado, a diferencia del nacionalismo japonés, nazi o fascista, encarnó la resistencia de los pueblos débiles contra un imperialismo explotador oculto tras la "máscara democrática" de las potencias de occidente o de Oriente.
  
Justamente el caso de la oposición entre democracia formal y democracia real adquiere en Bolívar un profundo significado.
Para abrir el camino a una sociedad civilizada unida y soberana, Bolívar concibe el Proyecto de una Presidencia vitalicia.

Belgrano y San Martín, en el Sur, meditaban un proyecto parecido, el de establecer una Monarquía, instalando en el trono a un descendiente de los Incas.

El sol de la Bandera creada por Belgrano y que es hoy la bandera argentina de guerra, es símbolo inca.
Los Libertadores perseguían el objetivo central de encontrar un foco centralizador del poder que evitase las tendencias centrífugas generadas por el atraso, las grandes distancias y las intrigas diplomáticas anglosajonas.

Como América Latina, tras la larga dominación española, carecía del desarrollo capitalista, con una burguesía urbana y una monarquía absoluta, factores esenciales para generar la unidad del Estado, Bolívar había meditado una forma especial de centralización del poder que preparase en un largo trecho histórico el tránsito hacia una democracia representativa.

Por tal razón, así como San Martín fue acusado de "monárquico" por los tenderos del puerto de Buenos Aires interesados en el librecambio, Bolívar, a su vez, fue combatido por el célebre leguleyo Santander, localista como el porteño Rivadavia, de aspirar a la "dictadura".

Y, en efecto, tanto Santander, como Rivadavia o Casimiro Olañeta en el Alto Perú, eran "demócratas" en el sentido de que eran elegidos por las reducidas oligarquías comerciales, mineras o latifundistas de sus comarcas respectivas para impedir la formación de una gran Nación.

En la recién fundada Bolivia, todos los propietarios de indios y minas eran opuestos a Sucre y Bolívar que habían abolido en el papel el régimen de la mita, o sea la esclavitud indígena, antes de desaparecer de la escena.


América Latina es el objeto del hazmerreír europeo por las crisis cíclicas de sus instituciones democráticas.

Sin embargo, para conocerse a sí misma, América Latina debe preguntarse: ¿cómo lograron la democracia las naciones europeas que más próximas han estado de la historia de nuestro continente?

En primer término, abrieron el camino a la democracia por medio de la dictadura. Oliverio Cromwell, Protector de Inglaterra, cortó la cabeza a Carlos I, encarnación del absolutismo.

A su vez, en Francia, Robespierre y el partido jacobino, decapitaron a Luis XVI y su mujer, con los mismos fines. Estos regicidios no eran el único recurso.
Hicieron lo mismo con parte de la nobleza feudal que se resistió al nuevo poder burgués y popular.

La segunda fase del proceso democrático en Europa pasa por la explotación colonial.
La acumulación de capital extraído de las colonias africanas, asiáticas y americanas, permite mantener cierto nivel de vida en las metrópolis, desarrollar la técnica, investigar la ciencia, mantener grandes flotas, construir enormes fábricas y echar las bases de la democracia europea.

En cambio, para sostener la democracia en las metrópolis, se requiere mantener el terror y el despotismo militar en las colonias.

Democracia y dictadura son indisociables en la historia de las potencias europeas.

"El saqueo de Bengala ayuda a la revolución industrial de Inglaterra", escribe en sus memorias Pandit Nehru.

7. Los generales argentinos occidentales se enfrentan con Occidente

En diciembre de 1981 de General Galtieri y su nuevo Canciller, el Dr. Nicanor Costa Méndez, se habían referido públicamente a la necesidad de purificar, "blanquear" la política exterior de la Argentina.

Esto no era nuevo.
Ya el Ministro del Interior precedente de la dictadura, General Albano Harguindeguy, se había envanecido en una conferencia de prensa de que la "Argentina se contaba entre los dos o tres países blancos del mundo".
Al mismo tiempo, expulsaba del país a trabajadores chilenos, bolivianos y paraguayos.

Cierto tipo de militares latinoamericanos participaban del mismo punto de vista.

Por ejemplo, el General boliviano Vázquez Sempertegui, ilustre pensador contemporáneo, de la misma escuela filosófica que el general argentino, había dicho: "Hay que mejorar la raza mediante la inseminación artificial".

El General Galtieri afirmó que era imperioso ubicarse junto al Occidente.
Su canciller, el Dr. Costa Méndez se refirió despectivamente al conjunto sospechoso de los Estados del Tercer Mundo.
El General Calvi, Jefe del Estado Mayor del Ejército, había elogiado, por su parte, las relaciones argentinas con la racista Sudáfrica.

El genio inventivo de García Márquez quedó reducido a la nada cuando la elusiva y fabulosa Clío desenvolvió toda la intriga.


Los Estados Mayores de las fuerzas armadas, advertidos de los planes británicos, resolvieron precipitar la acción de reconquista de las Islas Malvinas.
Fundaron su decisión en varias hipótesis, todas erróneas.

La primera de ellas era la neutralidad benévola de Estados Unidos en la solución del problema.
Resultaba lógico para los militares argentinos suponer que el gobierno norteamericano, agradecido por el envío de 500 instructores militares a Centroamérica para ayudar a los planes yanquis de invasión de Nicaragua y El Salvador, jamás actuaría contra los intereses argentinos en las Malvinas.

Tampoco Gran Bretaña, en vísperas de vender su flota, y aliada de Estados Unidos, reaccionaría mediante acciones militares.
Era sensato suponer que Estados Unidos mediaría para lograr una solución tan satisfactoria para su aliado anticomunista del Sur como para su aliada europea de la OTAN.
Por lo demás, se contaba con el apoyo diplomático mayoritario en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Pero nada de eso ocurrió.
Sucedió exactamente lo contrario.

El 3 de abril, al día siguiente de la ocupación argentina, en el Consejo de Seguridad votaron contra la Argentina tres de los gobiernos que cuentan con poder de veto: Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia.

Los dos gobiernos que también son miembros permanentes del Consejo de Seguridad y asimismo tienen poder de veto, se abstuvieron en la votación: fueron los gobiernos de la URSS y de China.

Sólo un país, de la América Criolla, votó gallardamente a favor de la Argentina en el Consejo de Segundad.
Fue la República de Panamá, por la boca de su Canciller, el Dr. Jorge Illueca. En esa misma tierra, en 1826, el Libertador Simón Bolívar había convocado a los estados emancipados del Imperio español a reunirse en una gran Federación.
De Panamá regresaba ahora el eco del gran mensaje, que parecía olvidado para siempre.
Y así fue: Bolívar, Panamá, las Malvinas.

Hasta último momento, a mediados de abril, Galtieri y los generales esperaron que Estados Unidos cumpliera con sus amigos del Sur.
Cuando el Presidente Reagan anunció que su gobierno apoyaría con todos sus medios a Gran Bretaña, ya navegaban en aguas del Atlántico Sur los submarinos atómicos ingleses.

Su bloqueo marítimo impidió a la Argentina la afluencia del material de guerra, en particular la artillería de costa de 155 mm, que habría vuelto inexpugnable la invasión inglesa a las Malvinas.

Recién entonces, los generales argentinos pro occidentales comprendieron que había que enfrentar una guerra con el Occidente colonialista.
Entraron en guerra cuando ya era tarde para hacerlo.

Si hubieran sabido desde el principio lo que ocurriría, jamás hubieran ocupado las Malvinas.
 sigue en parte 3 y final